Cuando voy descalza sintiendo el terreno la diferencia entre el cemento y la tierra es clarísima y es, enooorme. No sólo a nivel físico, también, lo es a nivel psíquico y energético—al menos, para mí !
Cuando camino descalza por la tierra, puedo sentir su suavidad, su bienvenida amorosa, su invitación a sentirla y sentirme. Aún, en la dureza de la piedra puedo sentir como la tierra recibe y acoge mi pie y cómo, él, puede acomodarse, adaptarse, pegarse. Y su fuerza de energía vital es una con la mía y es fácil, muy fácil, sentirme viva en la vida.
Sabía que los alimentos orgánicos sabían y se sentían mejor que aquellos que no lo son, pero nunca, nunca, pensé ni imaginé que algún día diría que son suaves.
El cemento es duro y no acoge al pie como lo hace la Tierra. De alguna manera, lo rechaza y sólo con zapatos "tan duros" como él, podemos caminar cómodos pretendiendo que eso es lo natural para nosotros y nuestros cuerpos. Los frutos de la Tierra que no han sido confrontados por los químicos y preservan en ellos los atributos de la vida tampoco confrontan a nuestros cuerpos -cómo no confronta, la tierra, al pie. Son suaves; no pelean ni guerrean con el cuerpo. ¡Resuenan con él y lo apoyan!
Adriana 💠